top of page
Buscar
  • Foto del escritorEric Calcagno

Adios a occidente: el poeta, el profeta y el político

Los tiempos lo exigen: comenzamos una serie de notas para expresar el largo adiós a occidente (o a lo que se autopercibe como tal). Nos llegó el tiempo de ser. Así que para empezar presentamos en breve síntesis tres vidas indias.

Rabindranath Tagore obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1913. Fue el primero de una corta lista de autores premiados que no pertenecieron a occidente, que ostenta más de 110 galardonados en el rubro.



Tagore. Mejor que decir es escribir.


Rabindranath fue poeta y sintió como pocos los estragos del colonialismo en su tierra, que los británicos dividieron en dos: India y Bangladesh. Ambas naciones tienen por himno nacional poemas de Tagore. El tema era rajar al Raj, que así llamaban los ingleses a su dominación sobre India. Ejercida en complacencia con liderazgos locales vendidos al extranjero. Que Tagore despreciaba.

Una vez conoció a un rebelde, cuya fuerza residía en la nada, acompañada de una firme determinación y una sólida práctica. Es que la energía de ese indio flaco, pelado y enjuto era tan grande que sólo un poeta podía expresar lo inefable (que es aquello que no puede ser dicho en palabras).



Gandhi. Mejor que fingir es predicar. Un apóstol de la sustitución de importaciones.


Rabindranath mezcló el concepto de grandeza con la idea de alma. Y así surgió Mahatma, una palabra compuesta por dos idiomas. Pues toda lucha por la independencia precisa de poetas, profetas y políticos para triunfar: Tagore, Gandhi, Nehru.

En 1941 falleció el poeta, que había frecuentado la University College de Londres. En 1948 el profeta fue asesinado. También había estudiado en la University College. El conductor fue Nehru, que estudió en Harrow School (donde también estudió Churchill) y en el Trinity College de Cambridge (donde tampoco estudió Churchill).



Nehru. La realidad efectiva.


Nehru fue encarcelado tantas veces por el imperio inglés que sugirió que “hay que buscar la libertad entre los muros de las prisiones”. Llegado al poder de una Nación libre, afirmó que la India era tan pobre que no quedaba sino gastar todo en educación. Entre la sangre y el tiempo…


Occidente suele elegir la sangre.


Un ejemplo –entre tantos- fue la decisión que tomó Winston Spencer Churchill en agosto de 1943, cuando ordenó exportar hacia el Reino Unido todas las subsistencias producidas por la India (y Bangladesh) y prohibir la exportación de trigo hacia esas tierras.

El propio Virrey colonial, el General Wavell, se opuso a la medida, dado la hambruna que provocaría, en un momento donde ni el Reino Unido ni sus ejércitos estaban en urgencia alimentaria. No fue escuchado. Cuando Wavell –un notable estratega, por cierto- le mencionó la magnitud de la mortandad, Winston preguntó si al menos ya se había muerto Gandhi.



Churchill.


Todos los bengalíes, aún hoy, recuerdan que esa hambruna provocada dejó tres millones de muertos. Eso no hace mella en la gloria de Churchill en la defensa de su país, ni en su estilo literario que le valió el Premio Nobel de Literatura en 1953. Pero existió. Existe.


Por eso quisimos resaltar, en clave india, un rasgo común entre el poeta, el profeta y el político. Ese rasgo es la modernidad. Hijos de una nación sometida y dependiente, el rechazo a la dominación colonial no estuvo basado en reflejos identitarios, por fuerza esencialistas (lo que los hubiera confinado a lo folklórico testimonial) sino que su patriotismo fue guiado por una determinada comprensión del mundo y de las relaciones de poder.


El rechazo al imperio británico no era consecuencia de la ignorancia -madre del prejuicio- sino del conocimiento. Los tres conocieron lo mejor de Inglaterra, y tuvieron la vivencia de la educación occidental a la vez que los resultados que esa civilización provocaba en países dominados, que es la barbarie. Los tres pelearon: uno con las palabras, otro con los hechos, el último con la conducción.


En un momento donde occidente, o lo que se autopercibe como tal, está empeñado en una lógica de amigo-enemigo que todo lo define y todo lo condiciona, no nos pareció mal hablar de Tagore, Gandhi y Nehru. Pues esa lógica binaria y lineal no responde a los hechos, ni rinde cuenta de los problemas que tenemos.


De no estar conscientes de ello, es probable que, a semejanza de los adoradores del Raj –el sistema colonial que el Reino Unido impuso a la India- consideremos que es nuestro deber abandonar nuestra identidad y nuestros deseos. Eso no nos traerá buenos resultados, será una mera invitación a embriagarnos en los sótanos de la embajada británica. Qué turbio.


En 1924, Rabindranath Tagore visitó Buenos Aires. Estaba un poco enfermo, así que aceptó la hospitalidad de Victoria Ocampo.


Victoria Ocampo descubre los paisajes del Río de la Plata en la mirada de Tagore, con poemas escritos en bengalí. Esa cotidianeidad escandalosa para la sociedad porteña de la época –una blanca y un negro- es imperdible, ya que esa capacidad para apreciar lo excelso mientras fuera ajeno, es sin duda una marca de algunos personajes importantes de la clase dominante argentina, al menos cuando leían libros en diferentes idiomas.



“Su boca que besa / Borra la tristeza / Calma la amargura”



Rabindranath y Victoria. Ocampo. “Mujer, llenaste de tierna belleza mis días de exilio”…


En 1971, Victoria Ocampo militó por la guerra de independencia de Bangladesh, sin duda por Rabindranath Tagore. Y tuvo razón. Fue un combate por la libertad sangriento y sin cuartel. Al menos, Bangladesh es libre. ¿Y qué es lo que no damos por la independencia? Pues de eso está hecho el amor. El verdadero.


En esas tardes, desde un balcón o desde el césped, el poeta le mostró a nuestra Ocampo lo que es en los hechos Argentina, más allá de los paisajes. Queda, como una melancolía inefable, que tantos brillantes intelectuales locales hayan sido tan partidarios de liberaciones lejanas, pero nunca próximas, es decir propias. Parece que tienen un problema con el ser.



Victoria de Bangladesh. Proyecto + Pueblo + Ejercito = Liberación.


Pero hay una solución.


“Tenemos que tener confianza en quienes somos. Me parece que es mejor estar en el mundo sobre la base de quiénes somos” (…) “No ser una pálida imitación de lo que otros esperan que seamos” (…) “La idea que otros puedan definirnos, de alguna manera que necesitamos la aprobación de terceros, me parece que pertenece a una era que necesitamos dejar atrás nuestro.”


Eso no lo dijo ni Arturo Jauretche ni Raúl Scalabrini Ortiz, sino el señor Subrahmanyam Jaishankar, actual Ministro de Relaciones Exteriores de la India, el 27 de Abril de 2022. Unas palabras dignas del poeta, del profeta y del político.


Es por eso que sostenemos que la sobrevida de los valores que pretendió encarnar occidente, y que alguna vez lo haya hecho, ya pertenece a otros pueblos. Roma ya no está en Roma. En el Sur Global, que alguna vez fue llamado Tercer Mundo, que luego fueron los Países Emergentes, estamos dispuestos a retomar la pluma de Shakespeare. Interrogado sobre su opinión acerca de la civilización occidental, Mahatma Gandhi contestó: “es una excelente idea”.





Un encuentro entre egresados del University College de Londres con uno del Trinity College de Cambrigde. El poeta, el profeta, el político. ¡Chau Piratas! Es tiempo de modernidad.

157 visualizaciones1 comentario

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page