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  • Foto del escritorEric Calcagno

Algunas cárceles de Lula

Pede perdão Pela omissão, um tanto forçada Mas não diga nada que me viu chorando E pros da pesada diz que eu vou levando vê como é que anda aquela vida à toa E se puder me manda uma notícia boa


Samba de Orly, Chico Buarque, 1969.


Así, después del arresto de Lula, día terrible, esas imágenes llenas de tristeza donde un líder popular es preso, con la inmediatez de la imagen y del minuto a minuto, después de soportar la sonrisa sobradora de gorditos garcas diz-que-brasileños, de los republicanitas y honestitas de todos los países, nos encontramos una mañana con la noticia de Lula libre.

“Hay que buscar la libertad entre los muros de las prisiones”, decía André Malraux que decía el Pandit Nerhu. Algo debía de saber, el Pandit, que se bancó más de tres años y medio en las cárceles inglesas, sólo para ser después Primer Ministro de la India y llevar a su nación al camino del desarrollo.


Hay muchas cárceles. Lo decía el Compañero Michel Foucault: escuela, cuartel, hospital, prisión, etcétera. La cárcel de Lula empezó mucho antes que lo lleven preso. La primera cárcel es la pobreza, en ese Pernambuco natal que no había cambiado demasiado desde el tiempo que Euclides da Cunha describió la guerra de Canudos.



Lula de niño junto a su hermana, (institulolula.org)


La cárcel es hasta geográfica: el sur “blanco” y el nordeste pobre, color de Brasil. Después, salir de esa cárcel, para caer en otra, como ser lustrabotas –entre otros- para ayudar a la familia. Más después es obrero metalúrgico. El sindicalismo obró como primera liberación, y se le animó a la dictadura en innumerables huelgas. Lula, corazón de acero.



1975, Lula asume la presidencia del sindicato de los obreros metalúrgicos.


Segunda liberación: la política. Con sólo el segundo grado de primaria, peleó en cuatro candidaturas presidenciales que perdió tres, hasta que triunfó. En esa noche  “la esperanza le ganó al miedo”. Ahí llegaron otras cárceles, que por conceptuales no son menos peligrosas: el racismo, el clasismo, el desprecio.


Y propagadas por los grandes medios de todos los países. Aunque Lula podía ser una atracción exótica, un “pobre presentable” para el mundo posmoderno, al mismo tiempo sacaba de la pobreza a cuarenta millones de sus ciudadanos. Parecía que el interés nacional de Brasil no podía ser defendido por un pobre. Sabemos ahora que el interés nacional de Brasil sólo puede ser defendido por ese pobre, esos pobres.



Transmisión de la Banda, (institutolula.org).


Y de nuevo la cárcel, física. Sin consistencia jurídica, marche preso. Ni novedoso ni original, el procedimiento judicial en manos de las clases dominantes ha sido el mismo, digamos, desde Sócrates. El crimen de Lula es la justicia social, Petrobras nacional e integración regional; tales cosas no son permitidas.



Lula junto a su pueblo.


Durante la destitución de Dilma pudimos ver la decadencia de una clase dirigente que supo manejar, tiempo atrás, hasta un imperio (esclavista). Los sectores sociales rescatados por Lula volvieron a caer, el alineamiento con Estados Unidos es automático, las empresas públicas y las riquezas naturales en venta. El Amazonas en llamas. El monetarismo tardío lleva Brasil al naufragio.



Bolsonaro, con el dedo en el gatillo.


Experto escapista, Lula ha sabido evadirse de todas las cárceles impuestas por la geografía, la historia, la pobreza y los prejuicios. Con sindicalismo y política. Alguien decía que el movimiento obrero es la columna vertebral del movimiento. Por cierto, Lula nació un 27 de octubre de 1945. Se ve que el tipo no podía vivir en un mundo sin peronismo.




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