Tercer Mundo, Sur Global y los balbuceos de Occidente para trabar la rueda de la historia.
Si (como afirma el griego en el Cratilo)el nombre es arquetipo de la cosaen las letras de ‘rosa’ está la rosay todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Jorge Luis Borges, “El Golem”, 1958.
Una de las mayores dificultades en el análisis consiste en utilizar categorías que rindan cuenta de los acontecimientos estudiados. Aún más complejo es explicar los hechos mientras suceden ante nosotros, sin hablar de comprender determinadas realidades que pensamos al mismo tiempo que las habitamos. De un lado nos encontramos con Hegel, cuando dice que sólo al final podemos construir conocimiento; en la otra esquina del ring espera Vico, para quien sólo si participamos en los hechos que pensamos podremos llegar a entenderlos. Sólo muy pocos pueden entender lo que vendrá, a través de la observación metodológica del presente que viven. Uno de ellos fue Alfred Sauvy.
El 14 de agosto de 1952, Alfred Sauvy publicó un artículo en “L’Observateur” titulado “Tres mundos, un planeta”. Estamos en plena guerra fría entre capitalismo y socialismo, la descolonización todavía balbucea. Por eso leemos con atención: “hablamos de dos mundos en presencia, de la guerra posible, de la coexistencia, etc., olvidando demasiadas veces que existe un tercero, en suma el más importante, el primero en la cronología. Es el conjunto de los que llaman, en estilo Naciones Unidas, los países subdesarrollados”.
Continúa: “lo que le importa a cada uno de los dos mundos, es conquistar el tercero o al menos tenerlo al lado. Y de allí provienen todos los problemas de la coexistencia”.
A veces las generalizaciones globales de algunos intelectuales franceses suelen ser desastrosas, como lo demuestra Bernard Henri Lévy, una persona que confundió el propio ego con las categorías de análisis. Pero en este caso, Sauvy capta el espíritu de la época, y en esa elaboración del concepto “Tercer Mundo” está presente aquel panfleto publicado por el Abate Sieyes en 1789, ese que fijó el programa político de la Revolución Francesa. El primer Estado era la nobleza; el segundo Estado era el clero; el Tercer Estado —lo que no era noble ni clero— era el 98% de la población francesa a fines del siglo XVIII. De allí que este escrito resumía todo en el título: “¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué es ahora? Nada. ¿Qué busca? Ser algo”.
Años más tarde, Sauvy diría que identificó al primer mundo con el capitalismo y al segundo, con el socialismo. También escribió, como promesa o amenaza, que “el capitalismo de occidente y el comunismo oriental se apoyan el uno sobre otro. Si alguno llegara a desaparecer, el otro sufrirá una crisis sin precedentes”. Así, desde el principio la definición de Tercer Mundo estuvo articulada con la historia, la orientación económica, la situación geográfica, la historia y por supuesto por la demografía. Había algo de seductor en el concepto de Tercer Mundo que fue predominante en los años ‘60s y ‘70s del siglo pasado, incluso perfeccionado por las teorías del centro-periferia que designaba una realidad y al mismo tiempo expresaba un destino: “ya que este Tercer Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, también quiere ser algo”, concluye Sauvy. Tiempo después —en 1964— se formaría en las Naciones Unidas el Grupo de los 77, también llamados países “no alineados”: eran el comité político de esa categoría. Ahora que sabemos lo que es el Tercer Mundo, veamos cómo funciona.
Jacques Attali perfeccionó el concepto de Tercer Mundo en un artículo publicado en 1980. Abreva en Immanuel Wallerstein y en Fernand Braudel, para quienes “cada momento de la economía del mundo está caracterizada por la presencia central de una ciudad que irradia todo: hombres, finanzas, mercaderías, tecnologías, ideas, poder. Esta ciudad es casi autónoma, salvo que recibe de su ambiente los bienes que le faltan y cuyas cantidades y precios son determinadas por la ciudad misma. Es el centro de toda organización y explota todo lo que no es ella, todo el Tercer Mundo”.
Para Attali, la organización de una economía-mundo entra en crisis cuando ya no asume con eficiencia la valorización del capital y cuando el costo del trabajo es muy elevado. Eso explica el auge y decadencia de ciudades que establecieron esos sistemas centro-periferia como Brujas (1200-1390), Venecia (1390-1490), Amberes (1490-1550), Génova (1550-1620), Ámsterdam (1620- 1780). Después viene Londres, que perfecciona la explotación colonial a través de la expansión imperial, lo que le permite apropiarse de las materias primas del Tercer Mundo como fuente de valor y generación de plus-valía. La economía- mundo se desplaza a Nueva York con el capitalismo financiero y las inversiones de capital del centro en la periferia, señala Attali.
Al mismo tiempo, sería un error creer que el desarrollo estaba limitado al escenario europeo, que arrancó primero y los demás siguieron. Nada más alejado de la realidad.
Quizás algunos recuerden que en el año 2000 el diario The Wall Street Journal imaginó la tapa que hubiese publicado el primero de enero del año mil: florece el comercio viking con Constantinopla; el Imperio bizantino estudia una reforma fiscal; Ghana domina el comercio del oro en África y provee protección militar a las caravanas; nuevas técnicas de cultivo del arroz en China duplican o triplican las cosechas; los mayas comienzan la rotación de cultivos con excelentes resultados; los alfareros moros ofrecen gran variedad de cerámicas vidriadas policromáticas de calidad; las autoridades de Bagdad temen una recesión económica por la incertidumbre política en Asia central; no se consiguen herraduras en Inglaterra; la hambruna en Francia cumple cuarenta años: son reportados casos de canibalismo.
Valga esta humorada para recordar que en 2020, el Chinese Journal of Economics estimó que China representaba 36,4% del producto bruto mundial a principios del siglo XVII, poco más del 32,9% que había estimado Angus Maddison en “La economía mundial, una perspectiva milenaria” (2001). A mediados del siglo XVIII, la India aportaba 25% de la riqueza mundial, en particular gracias a las manufacturas textiles que exportaba a todos los mercados globales, incluso el europeo, según demostraron en 2004 los profesores Clingingsmith y Williamson, del Departamento Económico de Harvard. En una estimación optimista, para 1950, China había caído a 5% y la India, a 4,4% del PBI mundial. En ambos casos, la agresión colonial fue decisiva en la desindustrialización, ya que ningún país nace “Tercer Mundo”, sino que es el resultado de una organización de esa violencia política, económica y cultural que llamamos colonialismo. Eso permite el funcionamiento de la economía mundo como fueron descriptos por Attali, en tanto asegura la provisión del faltante una ciudad devenida metáfora del imperio. Veamos las cifras que nos brinda el economista suizo Paul Bairoch en “Las principales tendencias de las disparidades económicas nacionales desde la Revolución Industrial”, publicado en 1981:
Aquí vemos cómo la parte del Tercer Mundo en la producción de riqueza global supera (expresada en miles de millones de dólares) a la los países desarrollados hasta 1880, mientras el producto por habitante ya es superado en 1830, producto de la mayor intensidad en capital de las industrias manufactureras, en especial la británica, sobre todo en textiles. ¿Pero, cómo el Reino Unido puede liderar una industria para la cual no tiene las materias primas y, además, cuenta con competidores de talla? Bueno, mediante la apropiación de las materias primas y la eliminación de los competidores, sean personas jurídicas o físicas.
SGBG Atelier es una empresa familiar india que produce textiles a mano. Además de vender los productos en la web, explica cómo el Reino Unido destruyó a la industria textil de la India. La Compañía de las Indias Orientales ejerció el monopolio de todos los textiles a destino de Inglaterra, y fijó los precios de compra por debajo del costo de reproducción local. Si los artesanos deseaban vender a franceses u holandeses, se les cortaban los pulgares y la producción era destruida. Los impuestos de productos indios exportados al Reino Unido eran cercanos al 85%, mientras que la producción textil británica entraba a la India con un impuesto de 5%. La productividad de las hilanderías inglesas era mayor que la de los artesanos indios, sin olvidar que los británicos también hicieron “espionaje industrial” (como se diría hoy) para producir en Inglaterra con la calidad de la India. En El Capital (libro primero, cap. XIII) Marx cita a Sir William Bentinck (Gobernador de la India de 1833-1835) cuando afirmó que «la miseria difícilmente encuentre un paralelo en la historia del comercio. Los huesos de los tejedores de algodón blanquean las llanuras de la India».
En 1981, un año después de Attali, el economista holandés del Banco Mundial Antoine van Agtmael elaboró el concepto de “países emergentes”. Es que “Tercer Mundo” le sonaba a estagnación económica, llena de connotaciones políticas negativas. “Países emergentes” sugiere progreso, elevación, dinamismo. Para la Real Academia, emerger es salir a la superficie, salir de lo interior, ser visible. El propio Van Agtmael quedó admirado por el éxito que tuvo esa nueva apelación, que sacaba del medio toda referencia política, aunque también asignaba un destino. En pocas palabras este economista logra condensar los prejuicios existentes acerca de los países menos desarrollados, vuelve a ponerlos en una linealidad ahistórica y prepara el terreno para lo que será el Consenso de Washington de 1989. Con la caída de la Unión Soviética ya no existirá más el “Segundo Mundo”, y el “Tercer Mundo” desaparecerá como categoría —aunque no como realidad. “Países emergentes” será la nueva marca aceptada y aceptable en las organizaciones mundiales, las instituciones financieras globales y los analistas políticos y económicos. Hasta Van Agtmael publicará en 2007 el libro “El siglo de las economías emergentes”, lo que dio lugar a que la revista británica The Economist dijera con cierta maldad en octubre de 2017 que el autor deseaba crear lo que había nombrado. ¿A dónde van las categorías cuando ya no se usan más? Y encima llueve.
Esta taxonomía dominó los decenios de la unipolaridad. Nos lo advirtió Attali: “Si se instala el nuevo orden del capitalismo, el subdesarrollo aumentará en una dimensión más, que es la de la normalización cultural, de la generalización insuperable de un único modelo de desarrollo. La nueva jerarquía que se instala dibuja un mundo probable donde el capital triunfa una vez más transformándose, y alienando a todos los hombres hasta el alma”. Un solo mundo, un solo faro, un solo pensamiento. Una sola vía al desarrollo, válida para Brasil, Tanzania o Tailandia. Pero como pasa a veces con los instrumentos de análisis, dejan de ser pertinentes cuando fallan en rendir cuenta del objeto estudiado. Así como la recurrencia de un experimento fallido no puede ser redimido con la cantidad de ensayos que se realicen (una de las marcas de la locura), el uso intensivo de “países emergentes” demostraba más una relación de fuerzas que un esfuerzo intelectual, más cercano a la novlangue denunciada por Orwell en “1984” que a la realidad.
En mayo de 1969, la revista católica estadounidense Commonweal publicó un artículo de Carl Oglesby titulado “Despues de Vietnam, ¿qué?”. Allí, ese militante de izquierda escribió que los siglos de dominación occidental “sufridos por el sur global” produjeron un orden social intolerable, del cual la guerra de Vietnam es el ápice. Nadie podía sospechar por entonces el éxito que tendría esa nueva denominación en el futuro (ahora nuestro presente): Sur Global.
Al menos, esta categoría tiene la virtud de ser polémica. En efecto, en varios artículos publicados desde 2023 en el website del “Carnegie Endowement for Interational Peace” (Fondo Carnegie para la Paz Internacional) —un think tank de EE.UU. fundado en 1910— leemos que “El término “Sur Global” está surgiendo. Debe ser retirado. La frase carece de la profundidad y diversidad del mundo que pretende describir”. Citan a Financial Times, que califica: “esa etiqueta es condescendiente, inexacta en los hechos, contradictoria en los términos y profundamente inútil”; hablan de Foreign Affairs, publicación para la cual tal expresión “niega los países individuales, ya que los trata como un bloque” con “fronteras fluidas y criterios poco exactos para la inclusión”. En síntesis, “la resurgencia del Sur Global es, en el mejor de los casos, revivir de modo ingenuo una idea pasada de moda y en el peor una táctica cínica para enmascarar fallas en la gobernanza doméstica a través de reclamos internacionales injustificados”.
Otra perspectiva del mismo planteo imperial sitúa a China como el nuevo enemigo de occidente en una renovada guerra fría. Esta posición tiene la ventaja de reutilizar ahora los conceptos de entonces, con el cortar y pegar intelectual dedicado a reemplazar a la Unión Soviética por la República Popular China. Aunque con el aditamento suplementario en señalar a Beijing como más parecido al Norte Global, de quien habría heredado las pretensiones coloniales. Habrá que estudiar también esa tendencia del pensamiento occidental —si todavía existe— que consiste en proyectar los propios crímenes sobre el otro, en un ejercicio más parecido a la violencia que a la ciencia. Denuncian lo que practican.
“Algunos analistas”, afirman desde el Carnegie, “hablan de un Sur del Sur Global, un subconjunto de países más pobres y más pequeños que están subordinados por naciones más poderosas como China y la India, que espejan la dinámica Norte-Sur en el mismo seno del mismo Sur Global”. Para peor, “la agresión de Moscú contra Ucrania sólo intensificó la presión sobre los países en desarrollo para que decidan si están del lado del occidente democrático o de los autoritarios Rusia y China —una elección que muchos resisten”. Hace poco, un político de Tanzania decía “cuando vienen los occidentales nos dan lecciones; cuando vienen los chinos nos dan un hospital y una autopista”.
Es cierto que el concepto de Sur Global abarca realidades distintas y hasta contradictorias, pero no incompatibles. De hecho, es lo mismo que la categoría “capitalismo” que a veces presume una uniformidad que no tiene, del mismo modo que usar “hemisferio occidental” para designar a Estados Unidos y el espacio vital que reclama bajo forma de “las Américas” iguala en un mismo concepto a Canadá, Costa Rica, Colombia y a todos los demás. Ni hablar de la categoría “países emergentes”, cuya cientificidad perduró “lo que duran dos peces de hielo / en un güisqui on the rocks”. La lluvia propicia la melancolía.
Es una lástima que los thinks tanks occidentales desconozcan a Julius Nyerere, quien despejó hace tiempo toda duda epistemológica en cuanto a categorías. En efecto, el Padre de Tanzania reconoció la diversidad de lo que era (es) el movimiento no-alineado, donde había (hay) gobiernos socialistas y capitalistas, democracias y dictaduras, grandes y pequeños, e incluso países con guerras entre sí. ¡Vaya diferencias! Sin embargo, estaban (están) unidos en contra del “colonialismo, imperialismo y neocolonialismo sea cual sea la forma que adopten”; creían (creen) que “la paz duradera sólo puede ser alcanzada a través de la cooperación entre las naciones, basada en la libertad, igualdad y justicia social para promover la prosperidad”; sin olvidar que también proponen “una conciencia colectiva, una visión alternativa del mundo”. No. El Sur Global no está ceñido al GPS: China e India están al norte del ecuador, mientras que Australia y Nueva Zelanda están al sur, y vaya distancias. El Sur Global es una categoría geopolítica, quizás hasta espiritual, sin duda comprometida.
Ese es el problema hoy para los intelectuales de la Carnegie. “Veamos el grupo BRICS, hecho de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica hasta 2024, cuando se incorporaron Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos (…) El BRICS+ busca disminuir el dominio norteamericano de las finanzas, mediante la diversificación del comercio lejos del dólar y del SWIFT, mientras establecen nuevas instituciones financieras internacionales, como el Nuevo Banco de Desarrollo. Con una membresía ampliada, ese grupo se posiciona como un potencial contrapeso al G7” (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) “y a otros foros occidentales. Países del Sur Global también reclaman ante estrados internacionales que el Norte Global rinda cuentas, como hicieron Sudáfrica y Nicaragua que llevaron a Israel ante la Corte Internacional de Justicia”. Encima China reconcilia a Irán con Arabia Saudita, y Brasil propone un plan de paz para terminar con la guerra en Ucrania. Por suerte, las preocupaciones que genera el Sur Global no terminan allí. Es lo que pasa cuando las categorías están vivas.
“Si la prioridad de los Estados Unidos y el occidente ampliado es contrarrestar las influencias china y rusa, escuchar las demandas del Sur Global puede ser estratégico, incluso si implica ceder moderadamente el control de importantes instituciones globales, como la gobernanza de instituciones financieras internacionales. Las advertencias occidentales acerca de la malévola acción china en países de bajos ingresos en temas tales como la deuda soberana son contraproducentes, habida cuenta de los impactos negativos del endeudamiento gerenciado por occidente o por financistas occidentales. El comportamiento condescendiente de los diplomáticos occidentales nos lleva a la ruptura Norte-Sur con países asociados en materia de seguridad. Negarles un lugar en la mesa y no tratarlos como iguales implica la deslegitmación del orden global liderado por occidente”. Es cierto que el miedo no es zonzo. Pero, ¿no será poco y tarde?
Liderada por el Tercer Estado, la Asamblea Nacional francesa votó el fin de los privilegios feudales durante la noche del 4 de agosto de 1789. Apenas formalizó lo que se daba, pues a medida que la noticia de la toma de la Bastilla llegaba a cada pueblo, el campesinado arremetía contra los nobles locales. El médico, periodista y militante Jean-Paul Marat escribió “cuidémonos de ultrajar la virtud, pero que nadie se engañe. ¡Si es la caridad la que dictaba esos sacrificios, hay que convenir que se hizo esperar para alzar la voz! ¿Qué? ¿Es a la luz de los castillos incendiados que tienen la nobleza de alma para renunciar al privilegio de tener encadenados hombres que recuperaron la libertad con las armas en la mano?”Los BRICS+ están reunidos en Kazán. Son Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y los nuevos miembros como Egipto, Etiopia, Irán,Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Constituyen el comité político del Sur Global, porque hay veces donde los conceptos son realidades. Y agarráte, Catalina. Es que las definiciones que usamos nos categorizan, y nosotros nos definimos en las categorías. Ganó Vico, siempre con rigor metodológico. Por cierto, en Kazán estudió derecho un tal Lenin, que sostuvo hace tiempo que el comunismo eran “los soviets más la electricidad”. Hoy el Sur Global es el Tercer Mundo más la potencia industrial. Ya no llueve.