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El paso de las lágrimas





El 18 de diciembre, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin III anunció que el Reino Unido, Bahréin, Canadá, Francia, Italia, Holanda, Noruega, Seychelles y España participarán junto con Estados Unidos y bajo su mando en la operación naval Guardián de la Prosperidad. El objetivo fijado es «asegurar la libertad de navegación para todas las naciones y reforzar la seguridad regional y la prosperidad» en el Mar Rojo –que desemboca en el canal de Suez– y en el Golfo de Adén. Deben neutralizar los ataques en apoyo de Gaza que los hutíes lanzan desde la costa contra barcos de propiedad de Israel o identificados como tales por los yemenitas desde noviembre a la fecha. Pero, ¿quiénes son los hutíes? ¿Eh?


Todo comienza en el año 740 en la ciudad de Kufa, en el actual Irak. Allí, fue cuando un estudioso llamado Zayd lbn Ali lideró una rebelión contra el califato omeya, al que acusaba de usurpar el gobierno de la comunidad y de practicar la corrupción a gran escala. Zayd no tuvo suerte y fue asesinado. Eso dio lugar a que sus seguidores, ya esparcidos por tierra de Islam, construyeran una doctrina particular entre los chiitas en cuanto a las modalidades políticas de ejercicio del poder. El Imam legítimo debe ser descendiente del Profeta, debe ser perfecto en el arte militar y en la ciencia religiosa, debe proclamar sus objetivos y convencer a los musulmanes para que lo ayuden. Es su deber rebelarse contra todo poder ilegitimo que no respete la religión, incluso por las armas. Había nacido el zaidismo, una práctica religiosa moralista en extremo.


Para el siglo XV los zaiditas estaban establecidos en las altas tierras de Yemen, y también controlaban una parte de la franja costera del Mar Rojo. Para 1644 los zaiditas echaron a los turcos que ocupaban parte de la región, unificaron y gobernaron Yemen. Supieron conservar el poder en un delicado equilibrio entre sus propias gentes y las demás tribus, para que no se aliaran con extranjeros. Con el tiempo y la repartija colonial de los siglos XIX y XX Yemen sufrió la división territorial producto de la guerra fría, golpes, revoluciones y guerras civiles que lo convirtieron en uno de los países más pobres del planeta.

Influenciados por la revolución iraní de 1979, varios clérigos zaiditas forman el Foro de la Juventud Creyente en 1992. Una rama religiosa y una rama política. Uno de los éxitos de esa formación política fue enraizar la legitimidad en la historia y la legalidad en las tradiciones, con lo que alcanzan y convencen a otros musulmanes que no son chiitas y consiguen el apoyo de vastos sectores de la población (aunque los zaiditas sean sólo un tercio del total) en particular numerosos sunitas. De allí surgirá en 2004 el levantamiento organizado por el jeque zaidi Hussein al-Houti, contra un gobierno yemenita acusado de impiedad, corrupción, colaboracionismo con Arabia Saudita y con Estados Unidos. Nace la rama militar. Hussein es asesinado en el primer de los seis conflictos que los zaiditas, ahora renombrados hutíes en memoria del mártir, mantienen con el gobierno hasta que en 2014 toman Saná, la capital. Pero el país está disgregado entre los restos del régimen anterior desde Aden, al sur, elementos fundamentalistas cercanos a Al-Qaeda en el este, y una guerra de desgaste con Arabia Saudita que pese a contar con superioridad numérica y preponderancia tecnológica no logrará derrotar a los hutíes. Que según fuentes occidentales ahora reciben pertrechos de Irán y entrenamiento de Hezbollah.


Sin embargo occidente –que ignora la historia– toma a estos yemenitas como «proxys» de Irán o Hezbollah, apenas un espejo local, cuando bien parece que los hutíes tienen agenda propia. Una periodista local del Sana Center for Strategic Studies –financiado por Estados Unidos– señala que si bien los hutíes forman parte del «eje de la resistencia» contra Israel y la presencia estadounidense en la región, el éxito o el fracaso de los hutíes no depende de los lazos que mantenga con Irán, ya que tienen una visión estratégica que les es propia.

La victoria o la derrota dependerán, dice, del apoyo popular y de la cohesión militar que tengan los hutíes. Las negociaciones entre Arabia Saudita e Irán, bajo los auspicios de China, terminan el conflicto saudita con Yemen. Incluso hay intercambio de prisioneros y delegaciones yemenitas en Ryad. Eso libera recursos militares.


De allí la efectividad de esa «guerra de guerrillas» aeronaval que libran los hutíes entre el Mar Rojo y el Golfo de Adén, que ha logrado cerrar el canal de Suez a los barcos que consideran hostiles. Es que el tráfico marítimo tiene que pasar por el estrecho de Bab el Mandeb, que llega a tener apenas 30 kilómetros de ancho en algunas partes del trayecto: cualquier nave está a tiro de misil, de dron o de abordaje por helicóptero. Esto tiene un impacto económico, ya que obliga a las compañías navieras a desviarse por el Cabo de Buena Esperanza y alargar así los plazos de entrega. Sube el precio del petróleo, suben los seguros. Tiene un efecto militar, con los lanzamientos contra navíos e incluso contra el sur de Israel. Si esta última acción es simbólica, representa un costo para occidente: un proyectil hutí puede costar entre 1000 y 10.000 euros, mientras que los misiles para derribarlos valen 150.000 euros. Tiene un significado político: «deben contar con nosotros”.

Aun así, ni los hutíes lanzan todo lo que tienen –por el momento– ni los occidentales intervienen a fondo –hasta ahora–. Por cierto, Bab elMandeb significa en árabe «el paso de las lágrimas». 

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