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Francia con déja-vu

El presidente Macron eligió a un veterano dirigente gaullista para primer ministroen lugar de la que propuso el frente queganó la elección en julio.



El 9 de junio, los franceses fueron a votar para designar representantes ante el parlamento europeo. Con un poco más del 31%, la lista “Francia vuelve” que representa al Encuentro Nacional (Rassemblement National, la extrema derecha lepenista) ganó por lejos, y hasta duplicó los resultados del segundo. Frente a esa situación política, el Presidente Macron disolvió la Asamblea Nacional, y fijó una nueva cita con las urnas para fin de junio la primera vuelta y principios de julio la segunda.  “El crecimiento de los nacionalistas y los demagogos” afirmó “son un peligro para la nación”. Cuando menciona a los demagogos, está claro que alude al Nuevo Frente Popular (NFP), que articula a la izquierda francesa desde el Partido Socialista al Comunista, de los Ecologistas hasta los Insumisos, además de organizaciones de la sociedad civil.

Sobre 577 bancas, el NFP consiguió 193, Ensamble (Juntos, los macronistas) obtuvieron 166; RN 143; la Derecha Republicana 43.  El resto son independientes. Una situación inédita en la Quinta República, cuya Constitución de 1958 funciona en modalidad bipartidista derecha-izquierda. Partida en tres tercios, el riesgo de ingobernabilidad es un peligro, y como dicen los manuales de autoayuda también una oportunidad. Es un riesgo para las instituciones, es una oportunidad para Macron.

Aunque el NFP ganó las elecciones, el Presidente decidió ejercer la cronoterapia y propuso una tregua mientras se desarrollaran los Juegos Olímpicos en París. Gabriel Attal el renunciado Primer Ministro de 37 años, continuaría mientras con “los asuntos corrientes”. Esa era una práctica habitual bajo la IV República (1946-1958), cuyo parlamentarismo provocaba nuevos ministerios cada tanto, e impedía ejercer una acción política duradera, tanto que Edgar Faure -un político de la época- proclamó que “el inmobilismo está en marcha y ya nada podrá detenerlo”.  Los dos meses de reflexión que se dio Macron le permitieron ejercer una centralidad algo forzada. El pretexto fue la necesidad de nombrar un primer ministro que no sea vetado por el parlamento… lo que es una potestad de los diputados, y no del presidente. Así es como Michel Barnier, un tiburón de aguas profundas de 73 años, desplaza a la juventud dorada del macronismo. Barnier tiene experiencia territorial, trayectoria nacional y proyección europea (negoció el Brexit con el Reino Unido). El tema es que pertenece a la Derecha Republicana, que llegó cuarta en las elecciones. Dependerá de los votos de Juntos… y de Encuentro Nacional. Macron jugó al “pacto republicano” que preveía el retiro del candidato menos votado para enfrentar a la extrema derecha; ahora es esa extrema derecha la que signe el destino de Barnier: hay que aislar a la izquierda. El RN ya dijo que decidirá voto a voto según lo que Barnier proponga: “tenemos un precio”, dijeron. No será difícil para Barnier, que usará a Francia contra los inmigrantes y a Europa contra Francia. Con el apoyo de la extrema derecha junto con los liberales del oficialismo, Macron podrá valerse de una habilidad para cosechar a la izquierda y gobernar a la derecha. Pero eso también tiene un precio. Jacques Attali, el último liberal lúcido, señala que el problema es “la procastinación en las cimas, la codicia en el medio y el resentimiento en las bases”.

Macron bien podría haber elegido a Lucie Castets -una alta funcionaria de comprobadas competencias- propuesta por el NFP para Primer Ministra. Hubiese sido lo lógico: ganaron, por poco, pero ganaron. Así los hubiese desgastado en el ejercicio del poder, aunque quizás tuvo miedo al pensar que las reformas sociales cosecharan en las calles lo que les falta en el palacio. La política queda más deslegitimada que nunca.

Es que NFP presentó un programa de gobierno con eje en la justicia social, aumento de salarios y derogación del aumento en la edad jubilatoria, además de otros temas que inquietaron al empresariado francés. Tanto que el MEDEF (Movimiento de las empresas de Francia), prefirió las propuestas del RN antes que las NFP. “Plutôt Hitler que le Front Populaire” (mejor Hitler que el Frente Popular) ya decían en 1936. Hay tra(d)iciones que no se pierden.

Ayer hubo manifestaciones en toda Francia en contra del escamoteo de la democracia que practica el presidente: “¡Macron-destitución!” fue el grito predominante. Nos queda la enseñanza que el fin de la posmodernidad nos lega la antimodernidad, en Francia como en todos lados. No es una fatalidad: Vive la République!


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