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Las lógicas de Estambul

  • En Tiempo Argentino
  • 24 may
  • 4 Min. de lectura

Ser la sede de las negociaciones entre Estados Unidos, Ucrania y Rusia le sirve a Erdogan para resaltar el rol internacional que pretende para Turquía.




En las primeras escenas del Tercer hombre de Carol Reed (1949), el narrador lamenta hablar de la Viena destruida después de la Segunda Guerra Mundial en vez de evocar la Estambul durante el conflicto. En efecto, eran los tiempos donde uno podía encontrarse por la calle a espías como Kim Philby el británico, a Elyesa Bazna (Cicero) que trabajaba para Alemania e incluso en algún bar a Graham Greene, o, el guionista de la película que citamos.


Extraña Turquía, que en 1939 acuerda un tratado con Francia y el Reino Unido, pasa a la neutralidad en 1940 luego de la debacle de Francia, aunque declara la guerra a Alemania en los últimos días de la contienda. Es que desde Kemal Ataturk, los intereses de Turquía son los intereses de Turquía. Así, ser la sede de las negociaciones entre Estados Unidos, Ucrania y Rusia sirve a Erdogan para resaltar el rol internacional, que quiere indispensable, de Turquía en los asuntos mundiales. Miembro de la OTAN, el sistema antiaéreo turco es ruso. Entre Europa y Asia, lo que fue Constantinopla siempre queda entre dos mundos. Es la lógica de la oportunidad.


El proceder ruso puede ser explicado en palabras de Timofey Bordachev. Para Broidachev, el objetivo de Rusia ha sido y es el de “preservar la capacidad de la Nación para definir el propio futuro”, ya sea en época de los Zares, de los soviéticos o en el momento actual. De alguna manera es cierto, siempre es el mismo pueblo. Las invasiones a repetición que sufrió el actual territorio de la Federación, nos dice, crearon un motivo para realizar la unidad política, ya se trate de enfrentar la “horda dorada” de los mogoles a mediados del siglo XII que venía del este, o rechazar la invasión nazi a mediados del siglo XX, que venía del oeste.


Interesante, este intelectual nos dice que con el tiempo la política exterior rusa se caracterizó por no crear “enemigos hereditarios” permanentes, quizás porque eso le daría “amigos permanentes”, algo que no funcionó demasiado bien con los llamados “países hermanos” durante la época socialista. Parece que hoy se han retomado los principios básicos de acción: “la política conduce las fuerzas armadas, las cuestiones externas son asuntos internos, y todo desafío exterior debe ser una ocasión para reforzar la cohesión nacional”. Es una lógica inductiva: hay un problema ,¿cómo lo resolvemos?

Europa occidental funciona de otro modo. En el largo plazo sí existieron enemigos hereditarios, como Francia e Inglaterra durante siglos, o Alemania contra Francia en épocas más recientes. Por otra parte el Reino Unido, tanto en la integración regional como fuera de ella, siempre ha proclamado y mantenido una “relación especial” con Norteamérica. Mientras duró el proyecto político europeo de posguerra, con un reparto de poder entre social-demócratas y social-cristianos, existió una industrialización con distribución del ingreso que también le permitió existir a Europa como un actor internacional. Hoy eso ha cambiado. A partir del tratado de Maastricht (1992), la política le cede la conducción de la sociedad a la economía, y en la esfera económica predomina la valorización financiera, cuya expresión de poder es el establecimiento de una moneda única. Sólo existen liberales de izquierda o de derecha. Este tipo de modos de hacer crea identidades y privilegia la construcción de amenazas varias. Los enemigos internos son los inmigrantes y los enemigos externos son los rusos. ¿Por qué? Porque la bancarrota del proyecto político europeo así como la incapacidad de sostenimiento de sistema económico neoliberal hacen necesaria la aparición de peligros que justifiquen el gobierno de Bruselas, tanto de la Comisión Europea como de la OTAN, y asegurar la “gobernanza” financiera del Banco Central Europeo de Frankfurt. Eso bien vale una guerra contra Rusia, designada culpable de todos los males de Europa, en realidad provocados por “la rebelión de las élites y la traición a la democracia”, como señalara Lasch en 1996. Es una lógica deductiva: debemos conservar el poder, ¿qué hay que hacer?


Por el momento, la respuesta de los líderes europeos es continuar el conflicto ucraniano. Sin guerra, no hay motivos para permanecer, algo que tiene bien claro el régimen de Zelinski. Pero durar cuesta. Existe la sensación que el tiempo juega a favor de Moscú, tanto en el campo de batalla, donde desgasta las tropas ucranianas, como en la mesa de negociaciones, pues las condiciones de desnazificación, desarme y neutralidad de Ucrania serán repetidas una y otra vez, pero ya con incorporaciones territoriales significativas para la Federación de Rusia.


Queda por develar en totalidad la lógica de los Estados Unidos. Para Trump, la guerra “es una situación europea y debería haber seguido siendo una cuestión europea”. Así, Marco Rubio declara ante el Congreso norteamericano que buscan transferir sistemas Patriot a Ucrania, pero tienen escasez. Les pide a los europeos que provean esos sistemas a Kiev. “Hay que atender amenazas más serias”, en clara alusión a China. ¿Qué lógica(s) prevalecerá(n) en la inminente realidad? Quizás la verdad esté en los hechos. «

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