Eric Calcagno
¿Otro feriado más?
Así reaccionaron muchos legisladores cuando llegó la Ley 27.258 que declara feriado nacional el 17 de Junio de cada año, por el paso a la inmortalidad de Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte, más conocido como Güemes. Es un feriado que puede pasarse al lunes, como este es el caso.
El asunto es que Güemes merece y debe ser rescatado de la petrificación que cunde para quienes lucharon en las guerras de independencia, si es que a alguien le interesa. Pareciera que en la construcción de un panteón basta con el nombre pero no con la obra; dense así por satisfechos esos fantasmas ilustres, sin recordar sus obras, ya que serían –quizás- un peligroso ejemplo por los tiempos que corren.
Creemos que una de las grandezas de Güemes, no la única, fue que como conductor militar comprendió a la vez la cuestión estratégica y los problemas tácticos. Este es un rasgo que lo sitúa fuera de lo común, habida cuenta que en general existen genios de la estrategia, o maestros de la táctica, pero rara vez las dos habilidades confluyen en una misma persona. Veamos.
Desde el punto de vista estratégico, cada vez que los patriotas intentaban liberar el Alto Perú eran derrotados en el campo de batalla, como en Huaqui, Sipe-Sipe, Vilcapugio o Ayohuma. Esto abrió las puertas de nuestro norte grande a la invasión realista. Esas invasiones, que pretendían someter de nuevo a las Provincias Unidas –así nos llamábamos en ese tiempo- representaron un grave peligro.
San Martín, con su idea de “aproximación indirecta” para llegar a Lima vía la liberación de Chile, necesitaba que la frontera norte estuviese bien defendida. Güemes, que peleaba por la Patria desde las invasiones inglesas, estuvo a cargo de tal tarea: contener a los españoles. Eso por la estrategia.
En el plano táctico, Güemes desplegó habilidades que lo sitúan en la vanguardia del arte de la guerra por entonces. Sin presentar batalla a campo abierto, donde los realistas podrían haber tenido ventajas, estableció un sistema flexible de “mando y control”, gracias a comandantes competentes, buenos soldados, pronta milicia y consistente apoyo popular. Aplicó, ese Caudillo, la doctrina de la “Nación en armas”, que tanto resultado había tenido en Europa.
De este modo el permanente hostigamiento a los españoles, cortar sus líneas de suministros, capturar sus correos, quemar la tierra que iban a ocupar, fue ejecutado en pequeñas partidas a caballo, columnas móviles que atacaban y escapaban, castigando al ejército realista. Este invadía el norte, y sin batallas, perdían.
Es la esencia de la “guerra de guerrilas”. Un siglo más tarde, T.E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, diría que “intentar destruir una guerrilla con apoyo popular es como tratar de tomar sopa con un cuchillo”. Los realistas harían esa infernal experiencia.
La defensa que realizó Güemes cumplió con las necesidades estratégicas que exigía la libertad de Nuestra América, y cubrió un frente de varios centenares de kilómetros con los escasos recursos que tenía. Uno hace la guerra que puede, quizás pensó, pero con el único objetivo de la Victoria. Adecuar los medios que se dispone sin renunciar a cumplir la tarea es también la marca de la excepcionalidad.
Poco sabemos de esa gesta, que de ser europea o norteamericana inundaría las pantallas de Netflix. El rol de la mujer fue determinante, ya se trate de la madre de Güemes, Doña María Magdalena, de su hermana –Macacha-, o de la Generala (post-mortem) Juana Azurduy, sin hablar de la afroargentina Sargenta Mayor María Remedios del Valle (rescatada de la pobreza por un tal Rosas).
También tuvieron que ver algunos naufragados de las guerras napoleónicas. Después de la caída del Emperador, muchos oficiales franceses perseguidos por el conservadurismo vinieron al Rio de la Plata para seguir el combate comenzado durante la Revolución Francesa y el Imperio. Así es que recala en el norte Georges Henri Widt, nacido en Estrasburgo, conocido por nosotros como Vidt, que pudo continuar en Sudamérica las luchas de veinte años en Europa… ¡contra los mismos contrincantes! Antes de morir, es Güemes quien le hace jurar a Vidt, su jefe de Estado Mayor, que seguirá el combate. Y así, ese alsaciano, tan adusto y como popular entre los gauchos, rechaza la última invasión realista.
En el plano político, Güemes no la tuvo fácil. Debió enfrentar a los realistas, que lo combatían; al gobierno de Buenos Aires, que no le mandaba recursos; y a los propios pudientes salteños. En efecto, ya cansados del esfuerzo de guerra que Güemes les pedía, estos llegaron a pensar que era mejor volver a la antigua dominación antes que ser libres. Porque Güemes ya no era sólo el aristócrata que peleaba por la independencia; también era el Padre de los Pobres.
El 17 de Junio de 1821 falleció a causa de una herida recibida en combate, después de diez días de agonía. “Murió el abominable Güemes”, se escribió en Buenos Aires, “ya tenemos un cacique menos”.
Quien puede decir entonces: “¿Otro feriado más?”