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  • Foto del escritorEric Calcagno

Un voto equivocado: Argentina en el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas


 

Cuando surge un problema en los delicados temas de política internacional, y

no está del todo claro qué posición adoptar de manera consistente, es bueno

echar un breve vistazo a la historia propia.


Así tomamos el ejemplo del gobierno de Hipólito Yrigoyen, el primer Presidente

de la Nación electo por el sufragio universal masculino. Fue durante la

formación de la Liga o Sociedad de las Naciones, al final de la primera guerra

mundial. El problema es que los vencedores de la Primera Guerra Mundial no

querían que Alemania participe.


La posición oficial fue expresada por Honorio Pueyrredón, Ministro de

Relaciones Exteriores: “La República Argentina considera que es esencial que

todoslos estados soberanos reconocidos por la comunidad internacional sean

admitidos a formar parte de la Liga de las Naciones, de tal modo que su no

incorporación sea el resultado de una decisión voluntaria de su parte”.


El gobierno argentino de ese tiempo consideró que dejar a los vencidos, en

particular a Alemania, fuera de la organización internacional, quitaba

legitimidad y eficacia al instrumento por crear. La Argentina se retiró de la

Sociedad de las Naciones, que sería sólo un club franco-inglés, destinado a

continuar la política de guerra en tiempo de paz. Qué previsible es “occidente”.


En 1921, Yrigoyen afirmó que "La delegación argentina propuso como

esenciales los principios de universalidad de la Sociedad de las Naciones y de

la igualdad de todos los Estados soberanos”.


En 1922, dijo que “nuestra acción internacional se ha desenvuelto dentro de

dos órdenes de problemas a saber: generales de todas las naciones y

continentales y limítrofes, sin que por ello estos distingos quieran significar

clasificaciones, sino simplemente esferas de política”.


Y especificó: “la seguridad y bienestar de la República, como ley suprema del

Estado, no radica simplemente en su tranquilidad interna, ni en el

desenvolvimiento material de sus riquezas: es preciso que el nombre y el

prestigio del país en su valor moral de entidad internacional, sean conocidos y

respetados por los gobiernos y pueblos de la comunidad civilizada”.


Hoy la Argentina vota en un contexto de rusofobia predominante, que más que

una política es una coartada por la ausencia de política. Esta rusofobia tiene la

ventaja de ser simple, por más que sea falsa, y no rinda cuenta de los

acontecimientos. Cancelar a Tolstoi, Tchaikovski o Dostoievski, más que un

argumento denota la falta de argumentos, y sólo califica con certeza a quien

amputa la civilización de esa herencia. Nos llevan del Lago de los Cisnes al

estanque del Pato Donald. Sitting ducks.


Recibir toda la información de una sola de las partes del conflicto, sin atender

las razones de la otra, mutila la necesaria composición de escenario. Es una

visión sesgada, como si a uno le faltara un ojo: perdemos la perspectiva. En

ese sentido, “occidente” supera el conocido dicho de los ciegos y el tuerto: aquí

parece que en el reino de los tuertos el ciego es rey.


La aplicación unilateral de sanciones económicas, la confiscación de haberes

públicos y privados, la censura, son hechos reñidos con el derecho de gentes.

La aplicación de medidas contra determinadas personas, calificadas como

culpables sin juicio previo de tribunal competente ya nos retrotrae al

feudalismo. ¿Pero también imponer sanciones a los familiares? ¿Es hereditario

el derecho penal que se quiere imponer? ¿Qué te hicieron, occidente? Parecés

un discurso de Macri. Confuso e incomprensible. Gravoso para nuestro interés

nacional.


Por eso creemos que presenciamos una equivocación en política exterior, que

va en contra de nuestra tradición diplomática en materia de neutralidad,

sostenida en la primera mitad del siglo XX por conservadores, radicales y

peronistas.


En la segunda mitad de ese siglo, sobresale la actitud de los Presidentes Illiaen

rechazo a la intervención norteamericana en Santo Domingo, y Perón al romper

el bloqueo a Cuba en su última presidencia.


Para la Argentina, mientras dure la ocupación de una parte de su territorio por

una potencia extranjera, que además es miembro de la OTAN, no debe existir

mejor actividad y más noble tarea que utilizar todos los medios diplomáticos a

su alcance –que son muchos- para la efectiva restitución de las Islas Malvinas.

Eso prima todo.


Para con los países latinoamericanos, el trato debe ser fraterno, en tanto

formamos una comunidad de destino. Votar con México y Brasil fortalece

nuestra posición. En la relación con las demás Naciones, debe primar el interés

superior y permanente de la Argentina.


La importación de conflictos lejanos según pautas preestablecidas, en

particular por el llamado “occidente”, sólo nos ha traído desgracias internas

–como los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA luego de la primera

guerra del Golfo- y menoscabos internacionales –el tráfico de armas para

Croacia o Ecuador. Asemejan al envío de “asesores” a Centroamérica durante

la dictadura cívico-militar.


Además esta situación también fija líneas de división internas en la opinión

pública nacional, de modo artificial y estéril. Tenemos ya bastantes problemas

de los que ocuparnos, como la pobreza, la desigualdad yla recuperación de

nuestros recursos para el desarrollo, como para afectar de modo negativo las

relaciones comerciales provechosas con otros países, con el único objetivo de

satisfacer el interés de terceros.Que poco interés tienen en Argentina.

De allí que el voto argentino tiene que oponerse a la exclusión de la Federación

de Rusia del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. No por

que pensemos que Rusia tiene razón, sino porque la exclusión no es la mejor

forma de hacer política, ni de negociar, ni de resolver. ¿Queremos convertir a

Naciones Unidas en un club atlantista? Ya vimos lo que pasó con la Sociedad

de las Naciones.


¿Se imaginan a Bramuglia, Ministro de Relaciones Exteriores de Perón y

presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en plena crisis de

Berlín en 1949, si convoca al Consejo o no, o indicando quién puede hablar y

quién no? Dejemos esos papelones a los británicos.


Una abstención, como la de México y Brasil hoy, puede marcar una posición

alternativa, quizás en espera de alguna comisión independiente que establezca

la veracidad y alcance de los estragospor cada una de las partes involucradas,

en particular contra civiles o prisioneros de guerra.La diplomacia profesional no

puede aceptar amateurismos mediáticos ni ser un subproducto de alguna

actividad de lobby.


El voto a favor de la exclusión de la Federación Rusa es una equivocación.

Y si se nos dice que ese voto errado es una táctica para quedar mejor parado

frente a instancias internacionales de las que dependen, por ejemplo, las

negociaciones de la deuda externa o cualquier otro asunto, entonces es la

propia estrategia que seguimos la que está equivocada. Para los lectores de

los clásicos, quedará confirmado que en política, lo único peor que el crimen es

el error.



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