Israel, ¿destino manifiesto de EE UU?
- En Tiempo Argentino
- 10 ago
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"La esclavitud es la piedra angular del edificio social que la Providencia ha ordenado para el Sur” (J.L. O'Sullivan).

La United States Magazine and Democratic Review publicó en el número de julio-agosto de 1845 un artículo llamado «Anexión», cuyo autor es John Louis O’Sullivan (1813–1895), un abogado y político norteamericano. Allí sostiene la necesidad de anexar Texas, y también California, qué tanto. Después de todo, México es «imbécil y distraído». No así Estados Unidos, ya que según Sullivan «es nuestro destino manifiesto el extendernos por el continente asignado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que se multiplican año a año». Ya en 1839 había señalado que «nuestro nacimiento nacional fue el comienzo de una nueva historia, la formación y el progreso de un sistema político inédito (…) El futuro vasto e ilimitado será la era de la grandeza estadounidense». Y así es como nació la idea de «Destino Manifiesto».
Texas fue anexado, México desmembrado, los pueblos originales masacrados. Y todavía quedaría Filipinas, Cuba, las infinitas y permanentes intervenciones en países de América Latina. Que aún dura. Es que la superioridad moral y cultural otorgada por la divina Providencia a los Estados Unidos les otorgaba el derecho natural a la expansión y tutelaje sobre pueblos inferiores. Lo interesante del asunto es que el concepto de «Destino Manifiesto» permaneció en tiempos y espacios, e incluso fue utilizado por otros países.
Es así como leemos en el Jerusalem Post del 14 de diciembre de 2024 el artículo de Yonatan Freeman, especialista de relaciones internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Por supuesto, habla de cuestiones actuales.
«Durante esta guerra, Israel está forjando un nuevo ‘destino manifiesto’ para sí mismo en la arena internacional: liderar el combate por la libertad, estabilidad y seguridad, no sólo en el Medio Oriente sino también en la escena global». «Sin duda, la guerra será larga y exigirá un alto precio en el frente interno de Israel. Aunque, con el paso del tiempo, más naciones serán propensas para ingresar en una coalición liberadora por Israel contra Iran. Cuando la guerra termina –en los términos y tiempos fijados por Israel– el Estado Judío se habrá transformado fundamentalmente. Se disipará la percepción de un Israel limitado en la arena internacional o incapaz de liderar iniciativas globales». «La bandera azul y blanca no sólo simboliza un Estado Judío sino que también incorpora una visión de esperanza y democracia. Israel no sólo recuperará su destino; también se posicionará como un líder inspirador en la escena global». Unos argumentos que Sullivan no hubiese desmentido.
Lo interesante es que en los propios EE UU muchos creen que el actual «destino manifiesto» de los EE UU corresponde al «destino manifiesto» de Israel, tal lo definió Freeman. Veamos sino a Pete Hegseth, actual secretario de defensa de Donald Trump, que cometió un libro llamado American Crusader (2020): «Israel es un icono de la libertad. Pero más que eso, es una encarnación viva y palpable de la libertad. Israel es la primera línea de la civilización occidental, un testimonio de cómo la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad pueden transformar una región asediada y ofrecer un nivel de vida sin igual en el resto de Medio Oriente. Y ese hecho aterra a quienes, desde la izquierda, odian a EE UU e Israel. Por eso, en sus mentes, esa nación debe ser condenada y destruida. Porque un pueblo libre, guiado por la fe, es exactamente lo opuesto a lo que desea la Izquierda». «Para nosotros, como Cruzados Americanos, Israel encarna el alma de nuestra Cruzada Americana—la respuesta al ‘por qué’ de nuestro ‘qué’. Fe, familia, libertad y libre empresa: si amas esos valores, aprende a amar al Estado de Israel. Y luego encuentra un terreno en el cual luchar por él».
La necesidad de la fe –y el deber que supone– suele darse cuando el poder queda arrojado al vacío por ausencia de política. Hay que llenar el vacío, si no es con sentido, al menos que sea con contenido. Es que después de todo, Israel es la tierra de la Bilbia, dice Hegseth, y Dios garantiza la excepcionalidad norteamericana, por lo tanto es menester defender la tierra de la Biblia. Azaroso silogismo. Por supuesto, cualquiera que se oponga a la cruzada es un enemigo a combatir, sobre todo en el frente interno, en el cual además es un traidor. Después de todo, un destino manifiesto es una concepción del poder y del ejercicio de la violencia. ¿Serán Palestina, Jordania, Siria, Líbano y demás el nuevo Far West que necesita EE UU para mantener el orden local e internacional? Destino manifiesto hay uno solo.
Por cierto, O’Sullivan continuó con las publicaciones. En 1853 escribió que «la raza africana, traída encadenada a América, ha encontrado en la esclavitud el único camino posible hacia un desarrollo moral y espiritual superior, bajo el cuidado paternal de nuestra civilización sureña». En 1858 insiste: «La esclavitud es la piedra angular del edificio social que la Providencia ha ordenado para el Sur. (…) Ha producido el tipo más elevado de civilización conocido por la historia». ¿Acaso no hay destino manifiesto propio sin sometimiento ajeno? «