Las relaciones peligrosas
- En Tiempo Argentino
- 27 jul
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El caso Epstein es un signo de los tiempos: hay que buscar las noticias políticas en las páginas de policiales, la reflexión en espectáculos y las policiales en deportes. Las internacionales están en las necrológicas de Gaza.

En 1782 Choderlos de Laclos (1741-1803) publica Las Relaciones Peligrosas, una novela epistolar que gira en torno del concepto de que se consiguen más cosas si apelamos al vicio que a la virtud. Existen numerosas adaptaciones cinematográficas, entre las que sobresalen las de Stephen Frears (1988) con John Malkovich, y la de Milos Forman (1989) con Colin Firth, cada cual muestra las afinidades establecidas a cuenta del deseo y del riesgo. Examinemos un caso contemporáneo.
Aunque talentoso en matemáticas y piano -que acaso son lo mismo- el desempeño docente de Epstein no tuvo el brillo que logró al entrar en Wall Street, aunque ya demostraba cierta preferencia por alumnas y otras estudiantes. Eso si, pudo demostrar habilidades en la especulación financiera, al menos tanto como para fijar diferentes off-shores en las Islas Vírgenes, comprar una pequeña isla y dedicarse a una intermediación más lucrativa. Bourdieu diría que eso le permitió transformar el capital financiero en capital social, a través de la frecuentación de ricos y famosos, para llegar al capital simbólico de ser un intermediario entre poderosos y oscuros deseos. Impunidad garantizada en el abuso de menores reducidas a la esclavitud sexual en un lugar de ensueño, un plan para los happy few que volaban en un avión privado llamado “Lolita express”. Todo supervisado por Ghislaine Maxwell, la hija de un magnate de la prensa británica, que franqueó el acceso de Epstein a los más exclusivo de la alta sociedad londinense. Un cafishio en la corte de la Reina Isabel II, nada que desentone. Coparon el rubro del proxenetismo chic, proveedores seguros y confiables de carne joven y fresca, con delivery incluido para satisfacer los gustos más exigentes. E inconfesables. “Hay que pintar al vicio si queremos combatirlo”, leemos en “Las relaciones peligrosas”.
Cuando estalla el escándalo, asiduos consumidores como el Príncipe Andrés, duque de York, negocian dinero por silencio. No fue el único. Luego Epstein aparece ahorcado en la celda donde esperaba el juicio, en una noche en la que fallaron todas las cámaras de seguridad (2019). Igual suerte corrió un tal Brunel, uno de los proveedores, encontrado ahorcado en la celda que ocupaba en la muy parisina prisión de La Santé (2022). Y la principal denunciante, Valeria Giuffre, también se suicida en una granja de Australia (2025). Como sea, nos encontramos con una historia que reúne todos los requisitos del relato exitoso, pues mezcla sangre y sexo, presencia de celebridades a nivel mundial, así como el morbo del tráfico de las menores ultrajadas. Cosa de satisfacer el voyeurismo culposo de Hollywood durante varias décadas. Queda saber si tales recuentos despertarán mas asco que envidia.
“Coparon el rubro del proxenetismo chic, proveedores confiables y seguros de carne joven y fresca.“
El tema es ahora la existencia de una lista de visitantes a la isla de Epstein que figura en el expediente del caso, en la que estaría el mismísimo Trump. Si bien Donald reconoce una larga amistad con Jeffrey, con quien luego se distanció, niega cualquier participación en los hechos. Ahora los demócratas, sin pruebas, fueron acusados por las bases trumpistas de liderar redes de explotación de menores, con la pantalla de una determinada pizzería (sic). Ahora esos mismos demócratas le tiran a la cara al presidente la relación que tenía con Epstein, aunque Jeffrey también era bastante compinche de Clinton, un tipo conocido por la castidad que practica. La base MAGA de los republicanos exige que se dé a conocer el listado, los demócratas insisten que Trump está nombrado. El Daily Telegraph recuerda que Trump tiene el poder de indultar a Ghislaine Maxwell, lo que es cierto. Sin duda dependerá de lo que desee escuchar, y Ghislaine sabrá lo que tiene que decir si quiere el perdón presidencial. Lástima por las más de 500 menores víctimas de la trata, no sólo de Epstein & Maxwell, sino también de los destacados prohombres que participaron del crimen, que pueden comprar la propia impunidad como compraron el cuerpo de un adolescente. “La conducta”, escribe Laclos, “es el resultado de los principios”.
El caso Epstein es un signo de los tiempos: hay que buscar las noticias políticas en las páginas de policiales, la reflexión en espectáculos y las policiales en deportes. Las internacionales están en las necrológicas de Gaza. Este desarreglo estructurante es la consecuencia de no tener proyectos nacionales, o incluso globales. Hoy, en vez de ideas, se dirimen anécdotas más o menos obscenas donde cada facción busca culpar a la otra de los peores crímenes, en una argumentación ya alejada de toda lógica, reducía a la novlang de los insultos repetidos hasta la nausea. Esa concepción reside en demostrar que el poder es hacer las cosas prohibidas con impunidad, sin estar sometidos a las normas y a las leyes, al contrario de los simples mortales. ¿Será una psicopatología generalizada a nivel global de pudientes y poderosos? No sólo en cuanto a conductas personales, sino en al ámbito de las políticas de Estado. Vaya peligro en las relaciones internacionales. Eso lo entendió bastante bien Choderlos de Laclos, que describió los vicios privados y los crímenes públicos de una aristocracia dominante, aburrida aunque inútil, perdida en querellas sin sentido a la víspera de la Revolución Francesa. En la cual participó Laclos, un precoz militante de los derechos de las mujeres, un enamorado esposo, un excelente padre y además, general de artillería. ¿La virtud mejora la puntería? «






